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21 años de tu partida.

Hoy no hay mucho que decir, siempre hay mucho qué sentir. Hoy hay unas ganas infinitas de llorar atoradas y que me guardaré. Estos últimos meses han sido particularmente extraños, mucho insomnio y la cabeza que da muchas vueltas, a veces demasiadas, e invariablemente viene a mí esa necesidad física de abrazarte, de escucharte. No puedo creer que a  veces el dolor del pecho es más fuerte, como el del primer día. Alguna vez alguien me invitó a ver “La Madriguera” de David Lindsay-Abaire y debo confesar que no sabia de qué trataba. Es más ese amigo me dijo “te la dedico”. Después de ver la obra, por fin pude poner en palabras algunas cosas que sentía y que sigo sintiendo. El dolor de no tenerte no se ha ido, más bien he aprendido a vivir con él, como decían en la obra, es como una piedra, que pesa, que llevas en la bolsa del saco, ahí está, lo estás cargando y a veces al meter la mano la sientes y te “acuerdas” que la tienes.  Hoy después de 21 años, estás más presente que nunca. Extraño

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